lunes, 28 de marzo de 2011

Enseñar ciencia para aprender a pensar

Melina Furman, coordinadora científica de Sangari Argentina, escribe para Infobae sobre la importancia de la enseñanza de la ciencia en la escuela.

La idea de que hace falta apostar por la educación científica de chicos y jóvenes en un país que busca un horizonte de crecimiento no es para nada nueva. De tanto escucharla, comienza a formar parte del paisaje, y se convierte en una de la serie de obviedades que han sido así desde siempre, de esas que no se pueden cambiar.


A muchos de nosotros esa apuesta todavía nos quita el sueño. Somos los que pensamos que construir una mirada científica como sociedad es una oportunidad para que nos vayamos acercando al mundo desde un lugar más creativo, más crítico, más "preguntón", menos prejuicioso.

Cuando pienso en estas cosas, me vuelve a la mente una frase de Marilyn Cochran Smith, una educadora norteamericana: para emprender caminos difíciles, lo que necesitamos son "pruebas de posibilidad", ejemplos de escenarios donde lo que buscamos realmente sucede, con gente de carne y hueso, en escuelas reales, incluso algunas en las que las probabilidades de éxito juegan rotundamente en contra.

El desafío, entonces, es volver a hacer la apuesta con fichas nuevas, haciendo pie en aquellos casos en los que, vemos, formar mentes científicas es posible.

¿Qué tienen en común estos escenarios? En todos ellos, vemos maestros que no están solos en la tarea de dictar clases que inviten a los chicos a pensar por ellos mismos, a explorar caminos nuevos, a buscar buenos argumentos para convencer y ser convencidos de algo. Vemos docentes que, poco a poco, se convierten en investigadores de sus propias clases, que piensan qué salió bien, qué no tanto, y qué cambiar la próxima vez.

Indefectiblemente, cuando eso sucede, vemos a los chicos (y no sólo a los "buenos alumnos", sino a todos los chicos) disfrutando del esfuerzo de pensar y de aprender a hacerlo cada vez mejor.


La nueva apuesta, entonces, es lograr que estas escenas dejen de ser islas y formen parte de un nuevo paisaje, en el que la obviedad ya no sea todo aquello que no supimos conseguir sino todos los futuros posibles que querramos imaginarnos en conjunto.

El arte como una de las bellas ciencias

Diego Golombek es científico, investigador, guionista, divulgador y también es el Doctor G, ese pesonaje entrañable que desde Canal Encuentro logra que miles de niños y adultos se fascinen por la ciencia. También es asesor de Sangari Argentina y más de una vez ha compartido con toda la comunidad de CTC sus ideas sobre la ciencia en el aula.
Reproducimos en nuestro blog un texto inspirador que Diego publicó en la revista de La Nación, a propósito de la relación entre arte y ciencia. Para leer, pensar y disfrutar

EL ARTE COMO UNA DE LAS BELLAS CIENCIAS

Por Diego Golombek
Perros y gatos, Boca y River, hemisferio derecho y hemisferio izquierdo... arte y ciencia. Al menos así las aprendemos y construimos, como dos polos opuestos de la creatividad humana. Sin embargo, tienen más en común que lo que puede nuestra filosofía -son dos maneras complementarias de mirar, entender y fascinarse por el mundo. Es que más que un sustantivo la ciencia debería ser un verbo que conjugara las acciones de mirar, experimentar, hacer preguntas, maravillarse, querer conocer más y más-o sea, una parte indisoluble de la cultura. Sí, sí: de la cultura, tanto como la literatura, el teatro, el fútbol o la belleza.
Viajando desde el Soemnium de Kepler hasta las mariposas de Nabokov, desde los conejos bioverdes de Eduardo Kac hasta el Quanta de Gilberto Gil ("a arte é irmã da ciencia") encontraremos la misma transpiración, las mismas obsesiones e imaginaciones, las mismas miradas perdidas de quienes saben que pueden y deben cambiar el mundo.
Ya se sabe: si levantamos una baldosa en Exactas seguramente aparece un poeta. Y de la unión entre la ciencia y el arte, como de la pluma y la pólvora, puede brotar la rosa más pura. El arte es, en el fondo, ciencia aplicada.

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Un video para niños y niñas sobre el calentamiento global y cómo combatirlo

La doncella Adelaida quiere ir al baile del rey de la Comarca del Hielo pero para conseguirlo debe enfrentar toda la furia del planeta. Con casco y espada luchará contra incendios, basurales y sequías & en suma, contra el calentamiento global que supimos conseguir.


Es la vieja historia de amor entre la aspirante a princesa y el príncipe puesta al servicio -sin solemnidades y con mucha creatividad- de crear conciencia en niños y niñas de males nuevos y de cambios posibles.

Este es el tema del corto animado Una princesa en apuros, ilustrado por Isol y realizado por el Área de Educación de FLACSO con el apoyo de la Embajada Británica. Bajo la coordinación pedagógica de Inés Dussel, directora de Sangari Argentina, el corto fue producido por Patricia Ferrante y Sonia Jalfin.

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